Aceptar los avatares de la existencia humana como una caótica ebullición de logros y fracasos, donde cada iniciativa, espacio o proyecto, cada desafío o meta es un viaje a tientas, una aventura incierta en que nos constituimos como experiencia y a la vez nos arrojamos al mundo con la ilusión de gestionar nuestro destino.
Esta tensión entre un presente cargado del hacer, lo incierto de un futuro siempre definiéndose y la necesidad humana de transformar las probabilidades en un puerto, define el escenario donde actúa un coach.
Esto nos exige la humildad de reconocer un mundo que sucede simultáneamente completo e inacabado, en un continuo hacerse y deshacerse , donde nuestras decisiones individuales querámoslo o no se constituyen en el entrelazamiento inevitable con los otros.
Nuestra humanidad cobra sentido, aparece, se hace para nosotros en la conectividad de nuestras individualidades, en el puente que construimos entre los distintos, allí se conforma en proceso colectivo, en camino, en contenido vital.
1+1 son tres dijo el aprendiz y fue sabio, pues es allí, en la construcción del puente, en la aventura de ese salto al vacío que anhela nuevas fronteras, en la voluntad de encuentro o desencuentro con el otro. En la victoria o fracaso de ese emprendimiento es donde se funda nuestra humanidad y en consecuencia el espacio conversaciónal del Coaching.
Ya no es más mi humanidad confrontada con la tuya desde la unicidad, sino haciéndose en y con la tuya, multiplicándose en cada giro, en cada roce, en cada contacto hasta el infinito.
Nuestra humanidad es en los otros o no es. Esto nos configura entonces en un habitar colectivo, donde nos hacemos y somos de acuerdo a las relaciones conversacionales que establecemos o dejamos de establecer.
La humanidad es un todo que como el universo se expande y vitaliza en cada conexión, no es en el nodo si no el tejido en sí mismo donde todos los caminos, donde todas las historias son posibles.
Allí, en ese mundo palpitante que se autotransforma en cada instante, es donde nuestro escuchar como Coach debe elegir un camino de alumbramiento e indagación que sea oferta para el coachee. Un camino que se debate permanentemente entré la ruta que el cliente elige y el impacto que su decir tiene en la interpretación. Que, en cuanto Coaches, configuramos para él como aporte a su indagar.
En ese “entre”, en ese puente, se encuentra una de las claves mas hermosas del Coaching, no es nuestra interpretación, no es la conversación que el coachee tiene con el coach, ni la interpretación que construyen juntos a modo de una solución o un nuevo camino, el Coaching se constituye en acompañar al Coachee en develar cómo él conversa con el mundo, en acompañarlo en su propio darse cuenta de las posibilidades que se abren o cierran a partir del modo como se relaciona con cada otro, en cómo se relaciona en el habitar colectivo.
Esto exige de cada Coach el ejercicio de enfrentarse a la inmensidad de cada ser humano con la humildad y maestría del artesano, y en una arbitraria y arrojada decisión, elegir de esta inmensidad insondable un conjunto esencial de posibilidades que ofrecer, unos específicos espacios de acción que permitan indagar sin certezas pero con asombro y confianza en la conversación vital del Coachee.
La maestría de un Coach será entonces la capacidad de alumbrar en lo que está oscuro, no en el sentido de hacerse cargo de los insondables misterios de la existencia humana, si no más bien en humilde oficio del Sereno que en cada paso nos ayuda a iluminar el camino.
Nota: El Sereno era el encargado de recorrer las calles y regular la iluminación en horario nocturno; y, en algunos casos, de abrir las puertas.